El Departamento de Bolívar, ubicado en la costa Caribe de Colombia, es una región rica en historia, cultura y tradición. Sus mitos y leyendas han sido transmitidos de generación en generación, entrelazando la herencia indígena, africana y europea. Estos relatos no solo reflejan las creencias de sus habitantes, sino que también son una manifestación de los misterios que rodean a esta región bañada por el mar y marcada por la presencia de Cartagena, una ciudad cargada de historia colonial.
Bolívar es un departamento diverso que abarca desde las montañas hasta el litoral Caribe. Cartagena de Indias, su capital, es un centro histórico y cultural reconocido por su imponente arquitectura colonial y su papel en la historia de Colombia. No obstante, las zonas rurales, los manglares y las pequeñas islas también han sido escenario de leyendas que siguen vivas en la memoria colectiva de sus habitantes.
La India Catalina es una de las figuras más emblemáticas del folclore del Departamento de Bolívar. Catalina fue una mujer indígena de los zenúes que fue secuestrada por los conquistadores españoles en su juventud y llevada a España, donde aprendió su lengua y costumbres. A su regreso, se convirtió en una pieza clave para los colonizadores, actuando como traductora y mediadora en las negociaciones con los pueblos indígenas. Aunque su historia tiene bases históricas, su figura ha adquirido un estatus casi mítico, representando la resistencia, la fortaleza y el sincretismo cultural de la región.
El Mohán es una figura mítica que aparece en varias regiones de Colombia, pero en Bolívar, especialmente a orillas del río Magdalena, tiene características particulares. Se le describe como un ser mitad hombre, mitad animal, con un cuerpo cubierto de pelo y largos cabellos, de un aspecto descuidado, muchas veces sale desnudo o tapándose con hojas,. Se dice que vive en el río, donde atrae a los pescadores incautos para hundirlos en sus aguas profundas. El Mohán, además de ser una advertencia para quienes se aventuran en el río sin precaución, es considerado un protector de la naturaleza, castigando a aquellos que dañan el medio ambiente o abusan de los recursos del río.
Al Mohán le gusta mucho fumar y la sal; entonces, cuando los pescadores salen a pescar, para que el Mohán los deje en paz, le llevan tabacos y sal. Esto se lo colocan sobre las rocas y él permite que ellos puedan pescar en paz.
En las zonas costeras de Bolívar, los manglares son el escenario de una versión local de la leyenda de La Llorona. Según los relatos, una mujer que perdió a sus hijos en un trágico accidente en los manglares vaga por estos lugares, llorando desconsoladamente y buscando a sus hijos. Sus gritos aterradores se escuchan en las noches, especialmente durante la marea alta, y se dice que aquellos que escuchan su lamento están condenados a sufrir desgracias. Esta leyenda es una advertencia sobre el respeto que se debe tener hacia los misteriosos y a veces peligrosos ecosistemas costeros.
El Castillo de San Felipe de Barajas en Cartagena no solo es una fortaleza militar histórica, sino también el hogar de leyendas de fantasmas que han perdurado por siglos. Se cuenta que en sus túneles y pasadizos subterráneos habita el espíritu de un soldado español que murió defendiendo la fortaleza durante uno de los muchos ataques piratas. Muchos afirman haber visto su figura vagando por los pasillos en las noches o escuchado el eco de sus pasos en los túneles vacíos. El fantasma del castillo es parte del rico imaginario de Cartagena, una ciudad cargada de historias de guerra y resistencia.
En la península de Barú, una de las áreas más turísticas de Bolívar, existe la leyenda de una sirena que aparece en las aguas cristalinas. Se dice que esta sirena, mitad mujer y mitad pez, atrae a los pescadores y nadadores con su belleza y su canto hipnótico, llevándolos hacia las profundidades del mar. Algunos relatos aseguran que es el espíritu de una joven que murió ahogada en las costas de Barú, mientras otros creen que es una criatura mágica que habita en las aguas de la región desde tiempos inmemoriales. La sirena es símbolo tanto de la belleza como del peligro del mar Caribe.
El Cerro de La Popa, uno de los puntos más altos de Cartagena, también está envuelto en leyendas. En la cima se encuentra el famoso convento de La Popa, donde se dice que en tiempos coloniales habitaba una bruja que tenía pactos con el diablo. Según la leyenda, esta bruja realizaba rituales oscuros en el cerro, que aún hoy en día es considerado un lugar lleno de misticismo. Algunos afirman haber visto luces extrañas o figuras oscuras merodeando por la zona durante la noche, reforzando la creencia de que el cerro tiene una conexión con lo sobrenatural.
Cartagena fue, durante la época colonial, un puerto codiciado por piratas, y uno de los más temidos fue Dragut, un corsario turco que atacó la ciudad en el siglo XVI. Según la leyenda, antes de ser derrotado por las fuerzas españolas, Dragut escondió un tesoro en las playas de Cartagena, el cual nunca ha sido encontrado. Se dice que el espíritu de Dragut protege su tesoro, apareciéndose como una sombra en las noches de luna llena para alejar a los curiosos que intentan desenterrar su fortuna. Este relato sigue alimentando la imaginación de aventureros y cazadores de tesoros.
La histórica ciudad de Mompox, también ubicada en el Departamento de Bolívar, tiene su propio repertorio de leyendas. Una de las más conocidas es la del Hombre de las Sombras, una figura misteriosa que aparece en las noches por las calles desiertas de la ciudad. Se le describe como un hombre alto y delgado, vestido completamente de negro, cuya sombra parece moverse de manera independiente. Algunos afirman que es el espíritu de un antiguo soldado, mientras que otros creen que es una manifestación de las energías espirituales que envuelven a Mompox, un lugar cargado de historia colonial y misticismo.
Se cuenta que en el mes de noviembre, por las noches salía un hombre vestido de nazareno, con una hoja en cruz en una mano y una lámpara de gas en la otra. Este personaje llamado “el Animero” salía todas las noches por todas las calles a rogar y a pedir por las ánimas del purgatorio. En cada esquina, el Animero se arrodillaba y allí hacía su plegaria.
Era seguido por dos largas filas de ánimas en pena que salían para poder descansar y en esa forma purgar el pecado cometido, si alguna persona los escuchaba tenía que levantarse y rezar 10 Padres Nuestros.
Cuentan los abuelos que una vez una señora costurera lo sintió, se levantó, abrió la ventana y vio la procesión de ánimas que lo seguían; una de ellas le entregó una vela, ella la guardó y muy asustada se acostó y al día siguiente cuando la buscó una canilla de esqueleto encontró.
Hermosa leyenda en torno a un pozo artesiano construido en Mompox, que cruza casi toda la ciudad. Cuentan que allí se encuentran depositados los tesoros que llevaban varios piratas y filibusteros que remontaban el río Grande de la Magdalena.
Mucha gente dice que oye murmullos y ruidos de cadenas que vienen de las profundidades y también se escuchan voces. El Pozo de la Noria tiene tantas riquezas, que son custodiadas por serpientes de dos cabezas que echan fuego por la boca.
La leyenda se levanta en Mompox, y se dice que en época de Semana Santa sale una visión que espanta. Está vestido con una túnica, su figura es terrible, su cara no tiene figura, la nariz la tiene ahuecada, es como un despojo de muerto.
Dicen que es un nazareno que su promesa incumplió y por eso Dios lo castigó, y viene del otro mundo en Semana Santa para aparecérseles a los nazarenos que incumplan su promesa, no respeten las prendas vestidas o los rituales religiosos.
Muchos cuentan que lo han visto marchando al sonido de los compases en medio de los nazarenos que cargan el Paso Grande que sacan el Jueves Santo en la Semana Santa de Mompox.
En ciertos pueblos cuentan los abuelos que en noches de luna clara escuchaban los estruendos, los bramidos, el ruido que hace un largo viaje de ganado, el cual era guiado por vaqueros que entonaban los cantos y versos de vaquería más hermosos. Pero cuando alguien se asomaba solo veía a lo lejos un solo vaquero muy elegante con sombrero y botas, montado en un hermoso caballo negro, de brillante silla y rienda, con un brillo como el del oro. Pero cuando este estaba cerca sólo inspiraba miedo y escalofríos al apreciar su rostro negro y sus ojos amarillos y brillantes, riendo a carcajadas, que dejaban ver su dentadura brillante como el oro.
En la ciudad de Cartagena, en la Iglesia de Santo Domingo, hay un Cristo que tiene una historia muy particular. Cuentan que cierto día llegó un señor misterioso a esta iglesia y le comentó al padre encargado de ésta que a él lo habían contratado para hacer un Cristo en madera, el padre acepto y le preguntó qué necesitaba y le contestó que un tronco.
El padre salió a caminar por la playa y encontró un tronco, pero el señor le dijo que el tronco era muy pequeño. Entonces el padre lo volvió a tirar al mar. Al día siguiente, el padre salió nuevamente a la playa y encontró el mismo tronco pero estaba más grande y se lo llevó nuevamente, pero éste lo rechazó porque no tenía el ancho necesario. Nuevamente el padre lo arrojó al mar. Al día siguiente el padre salió a caminar a la playa y encontró el mismo tronco pero era más ancho y lo trajo.
Al presentárselo al señor, le dijo que era perfecto y que comenzaría a trabajar enseguida. Se encerró en una habitación de la cual no salía, la comida se la daban por debajo de la puerta, pero después de cierto tiempo el padre ya no escuchaba ningún ruido en aquel lugar y decidió derribar la puerta; al hacerlo se dio cuenta que había un hermoso Cristo hecho en madera sobre una mesa, pero que aquel personaje misterioso había desaparecido.
En los pueblos del centro y sur de Bolívar cuentan los abuelos que en las noches oscuras oían relinchar y galopar un caballo. El sonido de su galope no tenía comparación y la gente que lo escuchaba se asomaba para ver tan fantástico ejemplar, pero al verlo se quedaban mudos y aterrados al ver que el caballo era negro de ojos rojos penetrantes y sólo tenía tres patas y dejaba en la calle un nauseabundo y penetrante olor a azufre.
Una vez había un señor que era carnicero y salía muy de madrugada a matar reces y dejaba a su mujer sola; en el pueblo se comenzó a comentar que su señora tenía un amante que se metía en su casa de madrugada cuando él salía. Cierto día, el señor decidió resolver el misterio, salió muy de madrugada como siempre, pero no a matar reces sino que se escondió cerca de su casa y cogió una estilla de leña o estaca y comenzó a sacarle punta. Esperó cierto tiempo y se metió en su casa con la estaca y encontró a la mujer con el amante, se lanzó sobre este le clavó la estaca en un costado, pero el amante logró escapar. Al día siguiente cuando el padre abrió la iglesia se sorprendió cuando se dio cuenta que el Cristo tenía una estaca clavada en el costado y así toda la gente del pueblo.
Se le llama así porque en el Cerro de la Popa en épocas de los Franciscanos, los negros que habitaban allí adoraban al Dios Buciraco, al cual le rendían cultos de adoración y le hacían sacrificios de becerros, los cuales eran lanzados al vacío. De allí el nombre del Salto del Cabrón.
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