La familia lingüística Tayrona constituye un pilar fundamental del rico patrimonio cultural de Colombia, especialmente arraigado en la región montañosa de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Este grupo étnico, conocido por su profunda conexión con la naturaleza y su avanzado conocimiento astronómico y agrícola, dejó un legado lingüístico notable a través de idiomas como el arhuaco, el kogui y el wiwa, entre otros. Estas lenguas no solo fueron medios de comunicación, sino también vehículos para transmitir tradiciones, mitos cosmogónicos y sistemas de conocimiento ancestrales. Esta introducción invita a adentrarse en la fascinante diversidad lingüística y cultural de la familia Tayrona, destacando su importancia para comprender la historia y la identidad cultural de Colombia.
Los Tayronas sobresalieron por su destreza urbanística en ingeniería, lo que en cierta forma los situó a la altura del resto de culturas precolombinas más adelantadas en América.
Se situaron entre el nivel del mar y una altura aproximada de 2.000 metros, principalmente en la zona de Santa Marta, cerca del río Bonda y a lo largo de los ríos Ariguaní, Cesar y Ranchería, también en los valles de los ríos Palomino y Buritaca.
Se caracterizó el territorio Tayrona por sus hoyas quebradas y faldas montañosas bastante abruptas y en muchos casos encajonadas. Esto los llevó a desarrollar una agricultura de terrazas y una urbanización escalonada en las ciudades. Conocieron el calor del trópico por su cercanía al mar Caribe y las zonas templadas y frías de la Sierra Nevada.
El medio geográfico de la Sierra, montañoso y escarpado, contribuyó a la concentración de la población en poblados pequeños y grandes, propicios para la formación de cacicazgos.
Los Tayronas se consolidaron alrededor de dos confederaciones, que agrupaban una serie de poblaciones bajo sus respectivas autoridades. Estas fueron la de Bonda, cercana a la actual ciudad de Santa Marta, y la de Pocigueica, por los lados de Río Frío, actual zona bananera. En estos y todos los poblados había un cacique, pero no todos eran del mismo nivel. Había caciques más importantes que primaban sobre otros. Algunas poblaciones estaban divididas en barrios.
También existieron unidades políticas mayores, acercándose a federaciones, como Tayronaca, el Valle de la Caldera y Betoma. Cada una de ellas tenía un jefe o especie de cacique, al que acompañaba una corte de nobles guerreros o los manicatos que llevaban una marca distintiva de cabello, además de los jefes religiosos, llamados noamas. Guerreros y sacerdotes compartían la responsabilidad política y religiosa. Después venían los especialistas, como agricultores, artesanos y mercaderes.
En lo urbanístico se destacaron por la construcción de poblados o ciudades en forma circular en las zonas planas de las estribaciones de la Sierra Nevada, a las cuales se llegaba por medio de caminos empedrados y/o puentes colgantes. Dichos poblados contaron con canales de desagüe, zonas públicas y residenciales con casas de ricos y pobres, que se diferenciaron por el tipo de base sobre la cual se construyeron. En el caso de las casas de ricos los cimientos eran de varios círculos, mientras que la base de los pobres era de un sólo círculo, lo que las hacía más frágiles.
Un ejemplo de lo que fue el sistema de una urbanización Tayrona es Ciudad Perdida o Buritaca 2.000, la cual fue descubierta en 1975. Se designa con ese número por haber sido el poblado doscientos de esa cultura hallado con las características propias de las ciudades Tayronas, tales como plataformas curvas y revestidas de piedra para las casas situadas en las laderas, escaleras de piedra, muros de contención para evitar deslizamientos, canales y sistemas de drenaje tanto para la parte urbana como para las zonas agrícolas y una plaza pública para transitar y para ceremonias especiales.
Los Tayronas trabajaron la agricultura mediante el sistema de terrazas, debido a lo escarpado de sus territorios; hicieron uso de sistemas de irrigación y desagüe especializados. El instrumento de trabajo agrícola fue el surco de madera como principal herramienta. Se destacaron el cultivo del maíz (principal cultivo), yuca, auyuma, fríjoles y árboles frutales. Los Tayronas cultivaron y consumieron coca.
Los Tayronas fueron pescadores y el pescado fue un elemento básico del comercio que desarrollaron activamente, intercambiando también sal marina, orfebrería y tejidos. Con los Muiscas, cambiaban sal marina y caracoles por esmeraldas.
Combinaron la agricultura con la caza y cría de animales, tales como el curí y varios tipos de patos y venados, que abundaban en los ríos y lagunas.
La alfarería fue otra actividad de tipo artesanal y se expresó en vasijas, jarrones, platos, copas, etc., que muchas veces decoraban con figuras humanas deformes, zoomorfas o geométricas, en diferentes colores, que obtenían de minerales o vegetales.
En el caso de los Tayronas, los equivalentes de valor llegaron a ser el oro, la sal, el pescado y algunos llegan a señalar también la coca para intercambiar por otras cosas que necesitaban.
La sierra Nevada de Santa Marta comprende el mundo de Los Tayronas; alrededor suyo giran todas sus creencias y actividades. El sol y la luna tienen una gran importancia dentro de sus creencias ya que influyen sus cosechas, fuente de susbsistencia.
El centro de la vida social, política y religiosa era la plaza de la población; allí se realizaban los actos religiosos en honor al sol, los juegos y las danzas rituales.
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